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Thursday, August 20, 2020

«Los responsables de la catástrofe en Madre de Dios son el Estado, London Bullion Market y la banca suiza», afirma Arriarán

«Los responsables de la catástrofe en Madre de Dios son el Estado, London Bullion Market y la banca suiza», afirma Arriarán

Por: Gabriel Ruiz Ortega | CARETAS conversa con el escritor, antropólogo e investigador Gabriel Arriarán sobre su último libro, "Frontera pirata. La historia del campamento de minería ilegal más grande y peligroso de la Amazonía".

Tras publicar en 2013 su ensayo sobre José María Arguedas, Un escritor de culto (Matalamanga ), Gabriel Arriarán entrega Frontera pirata (Planeta, 2020), una publicación luminosa en la indefinición de su registro y a la vez tremendamente necesaria, la cual nos permite conocer el terror/horror/abuso que sucede en los ilegales campamentos mineros de la Amazonía.
-Hay un ánimo que percibo en el libro, este es la indignación a causa de lo que pasa en Madre de Dios.
Hubo una guerra de baja intensidad en Madre de Dios. Esa guerra la declaró el Estado central y se inició con la gestión de Antonio Brack. Pero quienes realmente la dirigieron desde Lima fueron Ollanta Humala, Manuel Pulgar Vidal y Daniel Urresti. La violencia, el dolor, el desastre ecológico que provocaron estos tres en Madre de Dios componen buena parte del trasfondo del libro. A primera vista pareciera que toda guerra es de los buenos contra los malos. Hay que ser un tonto para no darse cuenta de cómo, a partir de esta dicotomía tan simple, se han construido a lo largo de la historia, narrativas súper poderosas que calan en la gente.
¿Y cómo se consiguió?
En el caso de Madre de Dios esto se logró gracias a un aparato de propaganda. Hubo periodistas, medios, ONG, hasta artistas, que se prestaron a barrerle la mierda al gobierno debajo de la alfombra. Sus motivaciones pudieron ser miles, o únicas en cada caso, pero eso fue al final lo que hicieron. Engañaron a todo el mundo. Que malos son los mineros, cana para todos.
Además, en un tramo del discurso das a entender que este libro es también una respuesta a aquellos que ven el tema de la minería ilegal como un mero trabajo sin compromiso alguno, como para completar el pie de página.
Lo que quise hacer con Frontera pirata fue destapar estas mentiras y dejar sentir mi propia experiencia. Las historias de vida al final siempre destruyen cualquier dicotomía moral, porque ninguna vida se vive ni se cuenta en blanco y negro. La indignación te sitúa en un pedestal moral. No fue indignación lo que sentí. Fue una furia asesina. No toda fue mía. Muchas personas en Madre de Dios se sintieron igual y lo que me nació fue sentir con ellas; vivir e indagar de dónde venían esa rabia, ese dolor, que al final hice míos, y me llevaron a vivir mi propia guerra. Lo que hago en el libro es contar esta experiencia. Y me sirvo de tres personas para contarla, intentando, en todo momento, que Antonio Brack, Manuel Calloquispe y Víctor Chanduví no pierdan el protagonismo y sean ellos los que cuenten la historia de sus guerras particulares en Madre de Dios. Aquí nadie es un santo.
La narración es muy ágil, pero en ciertos pasajes como que la detienes, imagino que era por el desborde impresionista que sentías al escribir.
Puede que el libro se haya quedado corto con lo que sentí realmente. Víctor Ruiz Velasco, mi editor en Planeta, y yo, convenimos en que por el bien del libro y por la salud visual del lector, era mejor modular un poquito el tono. No paraba de mandar a la reconchadesumadre a todo el mundo y así el libro no iba a poder leerse. Hubo una guerra. Eso es lo que hay que entender. Y puede que sí, al final haya habido una decisión ética. Pero no la tomé yo. ¿Qué haces frente a la guerra? ¿Te colocas del lado de los buenos o recoges con una cucharita los despojos de humanidad que deja la violencia?
Al respecto, consignas el testimonio del periodista Manuel Calloquispe, que recibe de Rafaela Roldán Cueva (una mujer que lo ha perdido todo, por decir lo menos) un molde de queso. En la sencillez de ese gesto, hay una especie de ánimo renovado por continuar denunciando lo que pasa en Madre de Dios a pesar de todos los obstáculos.
Cuando Manuel Calloquispe recibe de doña Rafaela ese molde de queso de regalo, opta por esto último, y me dejó a mí sin alternativas. Me cagó. Yo hubiera querido seguir peleando mi propia guerra particular. A regañadientes, tuve que seguir su ejemplo, porque era lo correcto. Al final, ese gesto me ofreció la oportunidad de capitular, y gracias a eso, pude continuar con mi vida.
«Frontera pirata encaja dentro de lo que los gringos llaman no ficción, que es una categoría gigante y que da espacio para distintas propuestas y experimentos formales, siempre y cuando la historia que se cuente sea real».
De tus tres personajes centrales, el que pone la sal al libro es Víctor Chanduví. Es una metáfora sin afeites de lo que es la política.
La política es lo que es. Chanduví es una de las personas más generosas y más divertidas que he conocido en mi vida. Sin él, este libro habría sido infumable. El libro descansa sobre su historia, porque sus anécdotas y su humor sazonan la carne de muerto que hay por doquier y la hacen más digerible. Para mí, y espero que también para los lectores.  Ahora, hay un asunto trivial que explica por qué me valgo de estos tres personajes. Planeta originalmente me pidió que juntara en un libro tres perfiles de personajes de la minería ilegal de Madre de Dios. Sabía que, o tomaba esa oportunidad, o esta historia iba a quedar inédita, y esta era una historia que tenía que contarse. Pero no como la me había pedido Planeta originalmente. Sabía que iba a quedar corta con tres perfiles y también sabía que yo mismo podía entregar un poquito más. Así que puse en orden la pelea de gatos que tenía en la cabeza, y en Planeta tuvieron bastante paciencia conmigo, me esperaron dos años hasta que pude entregarles un manuscrito medianamente legible y por eso les estoy muy agradecido.
Hay también un malestar. En más de un pasaje dices que amas la selva de Madre de Dios y te preguntas cómo es posible que el Estado peruano haya permitido que se desarrolle tanto horror. Si la memoria no me falla, tu libro es quizá el primero que aborde sin ambages esta problemática del Perú contemporáneo. ¿Estoy en lo correcto?
No. Lo que sucede con el oro en Madre de Dios es muy similar a lo que sucedió en Chimbote durante el boom de la pesca a finales de los sesenta. Así que diría que el antecedente inmediato de Frontera pirata es El zorro de arriba y el zorro de abajo de José María Arguedas. Arguedas era un genio de la literatura. A los peruanos no solo nos cuesta reconocerlo, sino que, incluso, entre escritores, ni siquiera se ha comenzado a vislumbrar lo que significó y lo que hizo este hombre por el Perú. Supongo que parte del problema es que Vargas Llosa, con lo gran escritor que fue, tiene demasiados hijos, hijastros, sobrinos y ahijados literarios, ahí, repitiendo su fórmula literaria, ya caduca, y mamando de la teta gorda. No entiendo por qué él mismo no se sacude de todo ese peso. Tener a tantos entenados debe ser realmente agotador.
Y en cuanto a referencias bibliográficas foráneas.
Luego, referencias e influencias de fuera, varias rusas: todo Dostoievski, todo Solzhenitsyn, Voces de Chernóbil de Svetlana Alexiévich. Operación masacre de Rodolfo Walsh es sencillamente brillante. El mismo Roberto Bolaño en 2666. Casi todo Cormac McCarthy, en particular No Country for Old Men, The Road All the Pretty Horses. McCarthy es una fuerza de la naturaleza. La belleza que hay contenida en sus libros es casi inenarrable. Si hay un tema que une a estos autores y a estos libros es la muerte de un mundo y el nacimiento de otro, mucho más terrible. Y así vamos, derechito hacia la extinción.
Frontera pirata es una llamada de alerta sobre lo que sucede en Madre de Dios, no va dirigido a los especialistas.
Creo que los peruanos deberíamos comenzar a comprender un asunto bien sencillo: que independientemente del gobierno, el Estado peruano está capturado por una organización criminal como la Confiep, que le ha declarado la guerra a su propia gente. No es que el Estado peruano haya permitido. El Estado peruano, junto con el London Bullion Market y la banca suiza, son los responsables de la cagada monumental que hay ahora en Madre de Dios.
«Lo que sucede con el oro en Madre de Dios es muy similar a lo que sucedió en Chimbote durante el boom de la pesca a finales de los sesenta», dice Gabriel Arriarán / Foto: Fernanda Vargas.
Todo libro es también el reflejo de la posición política de su autor. En este libro, especulo que te ubicas desde una visión de izquierda, al menos eso parece para quienes no lo somos. Frontera pirata es también una crítica a los mecanismos del neoliberalismo que no respeta la vida.
¿Tengo pinta de funcionario público? (Risas). Esa es la izquierda de ahora. Hace unas semanas leí de un tirón todos los libros de Alberto Gálvez Olaechea. La diferencia entre él y los personajes de la izquierda contemporánea, es abismal.  Equivocado a o no, me da lo mismo, Gálvez Olaechea era un hombre de acción. Por el contrario, el Frente Amplio y Nuevo Perú tienen menos peligro que Daniel el Tigre (unos dibujitos animados que le gustan a Antonia, mi hija de cuatro años). Yo soy anarquista. Pero no se necesita ser anarquista, ni ser de izquierda –más ahora, en medio de esta pandemia y lo desastrosa que ha sido su gestión– para darse cuenta lo que ha hecho el neoliberalismo con los peruanos y con el país. Basta un mínimo de honestidad.
Hay información muy delicada y que debe conocerse, como el hecho de los asesinatos que detallas, a saber, el de Yosabet Álvarez Huallpayunca y su hijita Estefany. Imposible no querer saber si has recibido algún tipo de amenaza.
Yo no. Manuel Calloquispe sí ha recibido amenazas, varias veces. Él vive en Puerto Maldonado, está mucho más expuesto. Me cuesta entender cómo en El Comercio no se han percatado ni han valorado un talento como el de él, teniéndolo frente a sus narices. Como decía Maradona, a alguien allí se le tienen que estar escapando las tortugas.  Víctor Chanduví también ha estado bajo vigilancia del Estado. Esto lo sé, porque lo vi. La investigación para Frontera pirata, me trajo más problemas en Lima que en Madre de Dios. En términos de seguridad, nada digno de mención. En términos literarios, un material riquísimo para la segunda parte de Frontera pirata (está pensado como una trilogía, así que se vienen dos libros más), para retratar la tibieza, la medianía, la cobardía y la mediocridad.
En las primeras páginas indicas que atravesabas una etapa crítica en tu vida y que este es el libro que estabas llamado a escribir para reprimir esa crisis existencial. ¿El tema te encontró?
En Lima estaba perdiendo mi tiempo. Tenía que hacer algo. El tema no me encontró, ya tenía la idea de salir a buscarlo. Luego me pasó un Soyuz por encima y mis preguntas existenciales se volvieron problemas prácticos: ¿cómo financio la investigación que necesito hacer?, y luego, ¿cómo demonios cuento esta historia? ¿Por dónde comienzo? La experiencia me sobrepasaba. ¿De dónde saco el tiempo? porque acababa de ser papá cuando comencé a escribirla. Que en Planeta me dieran por tarea la redacción de tres perfiles me simplificó bastante la vida.
La riqueza discursiva de Frontera pirata yace en su hibridez. Incluso hay una tentativa de breve ficción cuando recreas un encuentro entre Manuel Calloquispe, Antonio Brack y Víctor Chanduvi. ¿Te sientes cómodo en esta hibridez o era solo el registro en el que te podías sentir más cómodo?
A grandes rasgos, diría que Frontera pirata encaja dentro de lo que los gringos llaman no ficción, que es una categoría gigante y que da espacio para distintas propuestas y experimentos formales, siempre y cuando la historia que se cuente sea real. Cuando no lo es, advierto previamente al lector que lo que leerá es una ficción, que en la escena que mencionas, funciona para cerrar el libro. Investigué y escribí Frontera pirata mientras aprendía a ser papá. De allí ha salido esta fantasía, medio naive, pero que expresa bastante bien lo que pienso sobre la hibridez, la comodidad y la escritura.
Cuéntala.
Sueño que me lanzan de un globo y aterrizo en un ring. Al levantar la mirada, veo que en la otra esquina está Mike Tyson y me cago de las patas para abajo. Tengo ganas de salir corriendo. Soy consciente de que mi hija me mira y me engaño pensando que huir no es una opción, que no puedo darle ese ejemplo. Pero es mentira. Ella prefiere a un papá vivo que a un papa asesinado por Mike Tyson de un gancho al hígado. La verdad es que no soporto verme en sus ojos como un cobarde. Así que si decido quedarme es por mí. Un round, pienso. Aguántale tres minutos a Mike Tyson. La comodidad es lo peor que le puede suceder a un escritor. En el contexto de una pelea contra Mike Tyson, la hibridez es una alegoría de la supervivencia. Al día siguiente, aún en coma inducido, los periodistas deportivos podrían decir que mi estilo de boxeo era, siendo buena gente, heterodoxo. Había usado los dientes, las uñas, le metí el dedo al ojo y le di en la cabeza con el banquito de mi esquina. No era boxeo y no me importa. Creo esos tres minutos con Mike Tyson me separaron de ser un antropólogo, un periodista o un posero; y que gracias a ellos, ahora puedo decir que soy escritor y no sentir ninguna vergüenza.
De los gobiernos que sabían de lo que pasaba en los campamentos mineros de la selva, indicas que el de Ollanta Humala fue el que permitió más su trágica consolidación. Chanduví lo retrata de cuerpo entero.
Sí. Como un traidor.

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