YOANI SÁNCHEZ: La USAID buena y la USAID mala
11/03/2014 5:16 PM
11/03/2014 5:39 PM
Hace apenas unos meses vivíamos bajo una avalancha de propaganda oficial cuyo blanco de ataques era la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional
(USAID). Aquellas siglas pasaron a representar al enemigo con el que
nos asustaban desde la pantalla de los televisores, las tribunas y hasta
las propias aulas. Sin embargo, para nuestra sorpresa, esta semana se
ha sabido que algunos médicos cubanos llegados a Liberia laborarán en un
hospital de campaña financiado por tan “terrible organismo”.
Aunque la prensa oficial ha evitado publicar las fotos que muestran a nuestros compatriotas junto al membrete de la USAID, alguna que otra se les ha escapado de la censura. Así que de pronto, el relato del enfrentamiento se agrieta, la retórica del adversario hace aguas y queda en evidencia todo el relativismo moral de quienes fabrican las cruzadas ideológicas con que nos bombardean desde los medios masivos.
¿Alguien podría pedirle a Associated Press (AP) que vaya cuanto antes a investigar ese contubernio “secreto” entre la Plaza de la Revolución y una agencia que recibe directrices del Departamento de Estado? Estamos deseosos de ver los ríos de tinta que esta extraña colaboración va a provocar, los “destapes”, los memorándums secretos y las confesiones a rostro velado, que expliquen semejante colaboración.
Sin embargo, la respuesta de quienes rechazaron el apoyo de la USAID a la sociedad civil cubana, les parece muy bien que trabaje codo a codo con las autoridades de la Isla. Será que en cuestiones humanitarias no hay colores políticos. Como si informarse y empoderarse tecnológicamente no fuera también una cuestión de sobrevivencia en este siglo XXI. La propia prensa oficial, por su parte, se aprestará a exponer que cuando de salvar vidas se trata, los galenos cubanos están dispuestos a dejar a un lado las diferencias. Pero ninguna de esas es la verdadera explicación.
El meollo del asunto es que el gobierno de Raúl Castro está deseoso de darle y recibir beligerancia de parte del gran vecino del Norte. Lo que no tolera y nunca aceptará es otorgarle o permitir que se le reconozca la beligerancia a su propia sociedad civil. Está ansioso de la foto de familia con el Tío Sam, siempre y cuando nadie invite al sobrino bastardo que es la población cubana.
El poder tiene esas atracciones hacia sí mismo, parecen querer decirnos las imágenes de estos últimos días. Si un joven cubano recibe un mensaje de texto que lo convoca a un concierto alternativo, debe tener cuidado –según nos advierten los comentaristas oficiales en nuestra pantalla chica– porque el imperialismo puede estar detrás de cada caracter. La misma vara ética no la usan, no obstante, para medir a un profesional de la salud que trabaja bajo la carpa, sobre las camillas y con las jeringas financiadas por la USAID.
¿Cómo van a explicarles a esos niños que llevan meses siendo asustados con la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, que ahora su papá o su tío que se fue a Liberia trabaja en un hospital construido con fondos de esa agencia?
Cuando Ronald Hernández Torres, uno de los médicos cubanos que viajaron a Liberia, escribió en su página de Facebook que “esta unidad cuenta con las mejores condiciones para el cuidado del paciente, y los mejores profesionales de diferentes países que trabajan codo con codo”, ¿sabía acaso que todo eso está siendo costeado por el mismo organismo que es la última bestia negra que ha encontrado el castrismo para asustarnos?
Como siempre suele ocurrir, los gritos de la histeria política terminan por ahogar las voces que enarbolan argumentos. Aunque por regla general termine imponiéndose la versión oficial, porque es la que más alto insulta, eso no debe desanimarnos en buscar las razones y revelar las contradicciones de su discurso.
Ya sé, que al final del año, cuando se pase balance informativo a los titulares de nuestros periódicos nacionales, quedará la impresión que el gobierno de La Habana y la USAID son enemigos irreconciliables. Más es mentira. La principal confrontación que sigue inamovible y sin ceder ni un centímetro, es esa que brota desde el poder en Cuba y hacia su propio pueblo.
Aunque la prensa oficial ha evitado publicar las fotos que muestran a nuestros compatriotas junto al membrete de la USAID, alguna que otra se les ha escapado de la censura. Así que de pronto, el relato del enfrentamiento se agrieta, la retórica del adversario hace aguas y queda en evidencia todo el relativismo moral de quienes fabrican las cruzadas ideológicas con que nos bombardean desde los medios masivos.
¿Alguien podría pedirle a Associated Press (AP) que vaya cuanto antes a investigar ese contubernio “secreto” entre la Plaza de la Revolución y una agencia que recibe directrices del Departamento de Estado? Estamos deseosos de ver los ríos de tinta que esta extraña colaboración va a provocar, los “destapes”, los memorándums secretos y las confesiones a rostro velado, que expliquen semejante colaboración.
Sin embargo, la respuesta de quienes rechazaron el apoyo de la USAID a la sociedad civil cubana, les parece muy bien que trabaje codo a codo con las autoridades de la Isla. Será que en cuestiones humanitarias no hay colores políticos. Como si informarse y empoderarse tecnológicamente no fuera también una cuestión de sobrevivencia en este siglo XXI. La propia prensa oficial, por su parte, se aprestará a exponer que cuando de salvar vidas se trata, los galenos cubanos están dispuestos a dejar a un lado las diferencias. Pero ninguna de esas es la verdadera explicación.
El meollo del asunto es que el gobierno de Raúl Castro está deseoso de darle y recibir beligerancia de parte del gran vecino del Norte. Lo que no tolera y nunca aceptará es otorgarle o permitir que se le reconozca la beligerancia a su propia sociedad civil. Está ansioso de la foto de familia con el Tío Sam, siempre y cuando nadie invite al sobrino bastardo que es la población cubana.
El poder tiene esas atracciones hacia sí mismo, parecen querer decirnos las imágenes de estos últimos días. Si un joven cubano recibe un mensaje de texto que lo convoca a un concierto alternativo, debe tener cuidado –según nos advierten los comentaristas oficiales en nuestra pantalla chica– porque el imperialismo puede estar detrás de cada caracter. La misma vara ética no la usan, no obstante, para medir a un profesional de la salud que trabaja bajo la carpa, sobre las camillas y con las jeringas financiadas por la USAID.
¿Cómo van a explicarles a esos niños que llevan meses siendo asustados con la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, que ahora su papá o su tío que se fue a Liberia trabaja en un hospital construido con fondos de esa agencia?
Cuando Ronald Hernández Torres, uno de los médicos cubanos que viajaron a Liberia, escribió en su página de Facebook que “esta unidad cuenta con las mejores condiciones para el cuidado del paciente, y los mejores profesionales de diferentes países que trabajan codo con codo”, ¿sabía acaso que todo eso está siendo costeado por el mismo organismo que es la última bestia negra que ha encontrado el castrismo para asustarnos?
Como siempre suele ocurrir, los gritos de la histeria política terminan por ahogar las voces que enarbolan argumentos. Aunque por regla general termine imponiéndose la versión oficial, porque es la que más alto insulta, eso no debe desanimarnos en buscar las razones y revelar las contradicciones de su discurso.
Ya sé, que al final del año, cuando se pase balance informativo a los titulares de nuestros periódicos nacionales, quedará la impresión que el gobierno de La Habana y la USAID son enemigos irreconciliables. Más es mentira. La principal confrontación que sigue inamovible y sin ceder ni un centímetro, es esa que brota desde el poder en Cuba y hacia su propio pueblo.
No comments:
Post a Comment