Por Marco Carvajal.-(*)
[Médico internista y emergencista de la Clínica Angloamericana]
Una crisis es una oportunidad que impulsa un cambio cultural. Y una pandemia, como la que enfrentamos, es una crisis que impulsa un cambio importante en el enfoque de las políticas sanitarias.
El COVID-19 nos empuja a mirarnos y preguntarnos de qué estamos hechos. Mientras las políticas actuales se enfocan en alejarnos del virus “mortal” (a través del aislamiento social) y en el manejo de la enfermedad en sí, somos muy pocos los que nos preguntamos sobre los motivos de nuestra vulnerabilidad frente a este nuevo virus. La búsqueda de una respuesta nos hará encontrar las medidas a tomar para fortalecer nuestro sistema inmunológico de manera individual y como sociedad.
"Es mentira que estamos indefensos frente a este virus. Todos nacemos con un sistema inmunológico hábil y funcional que sabe reaccionar, en la justa medida, ante una amenaza".
Empecemos por dejar algo claro: es mentira que estamos indefensos frente a este virus. Todos nacemos con un sistema inmunológico hábil y funcional que sabe reaccionar, en la justa medida, ante una amenaza. Las enfermedades infecciosas son una disfunción de dicho sistema. Por eso debemos mantener esa línea de defensa de manera adecuada para su correcto funcionamiento y, si eso no ocurre, enfocarnos en fortalecerla. De esa manera podremos minimizar el impacto individual y colectivo del COVID-19, y así prevenir los casos severos.
¿Qué estamos haciendo en estos días? Solo escondiéndonos y desperdiciando una oportunidad para prepararnos y estar listos al momento en que debamos enfrentar al virus. ¿Qué podemos hacer para prepararnos? Pues varias cosas.
Empecemos por hablar de la vitamina D3, tal vez uno de los más potentes moduladores de inmunidad. Explicar los mecanismos fisiológicos de esta vitamina haría esta nota muy extensa. Existen muchos reportes de la alta prevalencia de la deficiencia de vitamina D en el mundo. En el 2016 se publicó un artículo en la revista de la American Society for Nutrition que hace evidente la deficiencia en la población europea con tasas de prevalencia preocupante que, según este mismo artículo, requerían acciones desde una perspectiva de salud pública. (Am J Clin Nutr 2016;103: 1033-44).
No es casualidad que hoy un virus tenga un impacto tan global en poblaciones con hábitos occidentalizados y con dietas de mala calidad nutricional. La deficiencia global de vitamina D nos pone en una situación de disfunción inmunológica subestimada y, por lo tanto, más vulnerables. No es frecuente el dosaje de la vitamina D3 como protocolo de evaluaciones preventivas de salud. Los médicos aún no la tienen en la mira y menos aún se hacen mediciones en los enfermos con neumonitis por COVID-19.
Venimos realizado dosajes de vitamina D3 en los pacientes hospitalizados por COVID-19 con neumonitis moderadas a severas en la clínica donde trabajo, con el apoyo de los doctores Eduardo Luna y Luciano Polletti. No es casualidad que los resultados preliminares muestren que los pacientes tengan niveles muy por debajo del valor aceptado (50nmol/L) [nanomol por litro], con un promedio aproximado de 15 a 20 y el valor más bajo reportado de 5. Idealmente para poder enfrentar satisfactoriamente un proceso infeccioso el nivel debería estar por encima de 75 a 80nmol/L.
La deficiencia de vitamina D nos expone a una inadecuada respuesta inmunológica. Si queremos prepararnos para nuestro encuentro inevitable con el COVID-19, debemos empezar por indicar la suplementación de vitamina D. Desatada la infección, la vitamina D no tendría ningún impacto en el tratamiento, pero sí en la prevención de cuadros severos.
(*) Marco Carvajal es un médico internista y emergencista, con larga experiencia en trabajo hospitalario. Fundador del Instituto de Medicina Funcional e Integral en el Perú, es diplomado en Inmunología Clínica y en Psiconeuroinmunoendocrinología; ha sido profesor invitado en varias universidades y certificado en Medicina Funcional. Es también un triatleta competitivo.
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