JORGE MORELLI
¿Qué quiere Soros del Perú?
Enemigo de la idea del Estado nacional
Un europeísta y antinacionalista, parece el epítome de lo que en el habla local se llama un “caviar”. Millonario de ideas progresistas es la definición misma de caviar. Considerando los supuestos proyectos que tiene en el país, la pregunta es qué quiere Soros del Perú.
Enemigo del Estado moderno –el del siglo XVII, nacido de la obra política del cardenal Richeliu, cuyo libro de cabecera era el Leviatán de Thomas Hobbes–, uno sospecharía que Soros se opone y actúa política y militantemente no solo contra el autoritarismo o la demagogia, sino contra la idea misma del Estado nacional.
El lector puede echarle la culpa si quiere a Karl Popper, autor de La sociedad abierta y sus enemigos”, a quien Soros adoptó como tutor en el London School of Economics, y de cuyo libro sacó el nombre para su ONG, Open Society. Soros puede pensar, quizá, que unos organismos supranacionales gobernarían el mundo mucho mejor que las sociedades cerradas con Estados nacionales. Siempre, claro está, que esas organizaciones supranacionales sean privadas. O casi.
Es posible que Soros sienta afinidad con los grupos étnicos y otras formas de reivindicación subnacional –como las de Cataluña o Quebec–, como formas viables de organización política para el futuro de la humanidad. A las cuales, es de suponer, quiere empoderar ahora mismo con la propiedad de los recursos naturales del siglo XXI: cobre, litio, tierras raras y también, por un tiempo más todavía, petróleo y gas y, sobre todo, oro, la única reserva de valor global si los Estados nacionales dejaran de existir con sus monedas y sus ejércitos.
Soros debe pensar que, eventualmente, es más fácil para el capitalismo contratar con los aymaras la extracción del litio, o la del gas con la etnia machiguenga, que tratar con la burocracia y la clase política corrupta de un Estado nacional como el nuestro. No debe preocuparnos a los peruanos. Eso no va a pasar. Es una apuesta demasiado larga para el jugador de bolsa en “corto” que en 1992 desbancó a la libra esterlina. Para su desmayo, existen unos 200 Estados nacionales en el planeta y 5,000 grupos étnicos que lo único que quieren –igual que Cataluña y Quebec– es convertirse en Estados nacionales con su propia moneda y su ejército.
La lucha de Soros –su “misión”– tiene incorporada una prueba ácida que mide su éxito o su fracaso: se juega todo en el destino de la Unión Europea. Es una unión incompleta, reconoce Soros, que puede no sobrevivir ante el recio empuje de China, a la que llama “sociedad cerrada”. Soros tiene serias dudas sobre la capacidad de la Unión Europea de sobrevivir con gobiernos de derecha en Polonia, Hungría o Italia, que podrían eventualmente salir de ella, como el Reino Unido. Sin ir más lejos, no hay Unión Europea sin Roma. La gran esperanza blanca para su “sociedad abierta” es Estados Unidos. Lástima que la América de Trump o de Biden sea una sociedad insuficientemente abierta aún, y una potencia global cuya metrópoli es un Estado nacional que no va a dejar de serlo.
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