Escribe: César Vásquez Bazán
Enfermo maníaco-depresivo Alan García Pérez.
El tipo está tocado de la cabeza.
Con un hijo procreado en Puno hace más de treinta años y no reconocido hasta la fecha, intenta llamar la atención por similar comportamiento al congresista Sergio Tejada
(Foto: La República)
Uno de los rasgos más destacados de la fraternidad aprista provinciana es el recibir en el hogar familiar, como verdaderos hermanos, a los dirigentes del PAP que viajan al interior del país en misión partidaria. Innumerables militantes del PAP –incluido quien escribe estas líneas– podemos dar fe de los cuidados y atenciones de los apristas provincianos cuando llegaba a su ciudad algún aprista enviado en misión partidaria por el Jefe, por el CEN o, por algún organismo nacional como la Comisión de Plan de Gobierno (CONAPLAN). Los desvelos de los apristas provincianos van desde ir a recogernos al aeropuerto, transportarnos a la ciudad, y alojarnos en sus casas, hasta compartir la mesa familiar y preocuparse del éxito en el cumplimiento de los responsabilidades asignadas por el Partido.
Alan García Pérez fue uno de los apristas –en este caso, ex aprista– que recibió tan acogedor tratamiento en sus visitas a las distintas regiones del país en la época de los comicios para la Asamblea Constituyente y, luego, como secretario de organización del PAP y coordinador de la campaña electoral de Armando Villanueva del Campo. Los apristas del Perú profundo entendían que en sus casas estaban recibiendo, primero al candidato a la Constituyente y luego al candidato a diputado y gran esperanza del Partido Aprista. Lo que no sabían los apristas de Puno, de Trujillo, o de Arequipa era que quien estaba llegando a sus hogares era una persona mentalmente enferma, tocada de una delicada psicosis maníaco-depresiva que en determinadas oportunidades lo llevaba a comportarse de manera anormal, irracional e irresponsable.
Es muy importante que se perciba la relación existente entre la enfermedad bipolar que afecta a Alan García y el comportamiento resultante. En los episodios psicóticos de exaltación, agitación y euforia que caracterizan la enfermedad bipolar que padece, Alan García no puede controlar su actividad motora. Su comportamiento pasa a caracterizarse por una elevada e incansable inquietud física. Cual peligrosa criatura salida de una película de horror hollywoodense, García se transforma y cree que el peligro no existe para él. Por sobre todo, cree que no sufrirá consecuencias ni sanción por sus actos.
Y es que como muchos otros enfermos bipolares durante momentos de crisis, García Pérez practica sin temor actividades de alto riesgo que le proporcionan satisfacción económica, réditos políticos, o placer sexual. Ordena negociados, se implica en frecuentes indiscreciones sexuales, viola a hijas o esposas de familias apristas, administra coimas y, finalmente, se ríe del país.
Fue a este transformer maníaco-depresivo apellidado García Pérez, a quien, a fines de los años setenta, recibió en la intimidad del hogar familiar el viejo aprista puneño Víctor Urviola. Abusando de la cobertura brindada por su participación en una gira electoral aprista, y seguramente sin haber tomado varios días el tratamiento de litio que tenía prescrito, el psicópata maníaco García Pérez mancilló el hogar aprista que fraternalmente lo había albergado. El asalto y violación ejecutados por Alan García en el hogar aprista Urviola de Puno –como el practicado en el hogar aprista Lozada de Arequipa– tuvieron como consecuencia el nacimiento de una criatura que nunca fue reconocida por su verdadero padre.
Por eso, creo que los lectores coincidirán con el autor en afirmar que si Alan García Pérez desea acusar a algún prójimo político de no haber reconocido a un hijo, primero el propio García debería set the record straight, reconocer al hijo que procreó en Puno –y que nunca reconoció– y desagraviar a la madre y a la familia. No sólo García cometió el delito de asalto y violación contra una joven a la que ilusionó y engañó sino que se aprovechó del APRA para sus fines subalternos.
Algo más: la violación de la joven del hogar Urviola en Puno –al igual que la violación de la joven del hogar Lozada en Arequipa– presentan a Alan García Pérez como un psicópata maníaco-depresivo cuyos actos criminales –violaciones sexuales, robos del erario público, recepción de coimas, tráfico de influencias, asociaciones ilícitas para delinquir, etc.–son facilitados por la enfermedad bipolar que padece. Alan García debe revelar al país la realidad de su historia médica. En ese momento el Perú se verá en una encrucijada: si confinarlo en una institución de sanidad mental o enviarlo a Piedras Gordas, previo juicio por los diversos crímenes financieros –y de los otros– cometidos a lo largo de su delictiva carrera política.
© César Vásquez Bazán, 2014
Marzo 15, 2014
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