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Sunday, February 15, 2015

FERNANDO IWASAKI GANA PREMIO DON QUIJOTE entrevistas

Fernando Iwasaki, quijote peruano

Mordzinski 13A
Fernando Iwasaki acaba de ganar el Premio Don Quijote de Periodismo 2015, pero más allá de uno y otro premio que haya ganado -y ya son varios-, la realidad es que Iwasaki es uno de los escritores más prolíficos, honestos e ingeniosos de la literatura peruana e hispanoamericana actual. Su obra transita por el cuento, la novela, la crónica histórica, el periodismo, la antología, el ensayo y lo que podríamos llamar, el micro/cuento o cuento corto, que yo, honestamente, pienso que será uno de los géneros más populares en el futuro.
Ahora, quizás, no lo veamos así porque la novela está sacralizada y reina sobre todos los géneros, a desmedro del cuento y a despecho de la poesía; pero con la tendencia actual de leer en internet libros, revistas y periódicos, blogs y micro blogs, el Twitter y el Facebook, y las noticias e historias rápidas, todo esto hace que les cueste, cada vez más, a los lectores de cualquier generación emprender largas lecturas y jornadas literarias. Creo que el tiempo dorado del cuento y la novela corta están por llegar y reinar por un buen tiempo.
Fernando Iwasaki vive en Sevilla, y desde 1995 dirige la Fundación Cristina Heeren de Arte Flamenco. A principios de los 90 empezó a colaborar con numerosos diarios españoles y latinoamericanos como El Pais, el ABC, Diario 16, La Razón, El Mercurio de Chile y El Diario de Sevilla. Entre sus muchos títulos están las novelas: Libro de mal amor (Barcelona, 2001) Neguijón (Madrid, 2005) Los ensayos: Mario Vargas Llosa, entre la libertad y el infierno (Barcelona, 1992), El Descubrimiento de España (Oviedo, 1996) y Mi poncho es un kimono flamenco (Lima, 2005) Y en cuento: Tres noches de corbata (Lima, 1987)A Troya, Helena (Bilbao, 1993) e Inquisiciones peruanas (Sevilla, 1994)
iwasaki vargasLa última vez que lo vi fue durante una lectura, muy temprano, en la Universidad de Fordham de Nueva York, acompañados de decenas de entusiasmados alumnos de español, de literatura hispánica y de estudios latinoamericanos. Creo que era un sábado, y Fernando hablaba de extremo occidente para referirse a la realidad cultural latinoamericana, haciendo hincapié de que a él no se le había ocurrido el término, y de otros autores de su generación, como Paz Soldán, Fuguet o Mayra Santos. Días antes le había visto en Americas Society, en una lectura muy similar pero más formal. Recuerdo que le pregunté sobre si la aparente decadencia de Occidente, sobre todo de Europa, iba a menguar la realidad del eurocentrismo y su legado en las artes, las ideas, las libertades y la democracia. No era una pregunta inocente, ya que desde hace un tiempo me daba vueltas en la cabeza la idea de que mientras más sigan creciendo naciones como China o India, también crecerían sus aspiraciones de supremacía cultural, incluso sus intentos de reescribir la historia para acomodarla a sus propios intereses, como lo han hecho todos los imperios en la historia. Creo que Fernando no estaba de acuerdo conmigo, porque la historia ya está escrita, pero al final de la lectura, cuando fui a saludarlo, insistió en el tema como si no hubiera dicho todo lo que quería decir cuando me respondió. Mal haría en tratar de recordar su respuesta, aunque tengo una idea, pero gracias a que compartí con él mis propias dudas y preocupaciones sobre “nuestro Occidente” me concedió esta entrevista:
Iwasaki libroLeyendo tus libros, tuve la sensación de que tus influencias no sólo son las que mencionas, como Stendhal, Melville, Tolstoi, Vargas Llosa, Ribeyro o Eça de Queiroz, sino también cronistas y relatores de la conquista de América, como el Inca Garcilaso. Te pregunto esto porque algunas páginas de tus libros están a caballo entre la literatura y la historia. ¿Qué opinas?¿Qué otras influencias me puedes nombrar?
Lo que ocurre es que unos autores te influyen literariamente y otros autores lo hacen de otra. Seguro que si yo hubiera estudiado leyes o psiquiatría también utilizaría temas, casos o personajes provenientes de mi ejercicio profesional. Con el Inca Garcilaso es igual, pues lo leí con gran placer y curiosidad durante mis años como historiador. Mis deudas con él no son literarias sino académicas e incluso vitales, porque Garcilaso también fue un peruano que vivió y murió en Andalucía.
Iwasaki España-aparta-de-mi-estos-premiosEspaña ha sido desde Garcilaso un lugar de exilio de escritores peruanos, quienes han aprendido a amarla. Por ejemplo Vallejo -quien escribió un libro sobre su guerra civil-, Vargas Llosa, Bryce Echenique, quienes tienen la doble nacionalidad española/peruana. ¿Qué es España para ti y qué significó para tu literatura?
El Perú es la tierra de mis padres, pero España es la tierra de mis hijos. Mis hijos son españoles, como su madre, y aquí nadie los ve como peruanos porque tienen un apellido japonés y eso es hasta más exótico que tener un padre peruano. Ahora bien, yo siempre digo que la Patria es la tierra de los padres, pero la tierra de los hijos no tiene sustantivo y sin embargo es más esencial. Lo digo con el más absoluto respeto y la máxima sinceridad posible. Por otro lado, España ha significado mucho más para mi vida que para mi literatura, pues además de mi familia aquí he encontrado amigos, cariño, consideración y autonomía económica. Mi literatura es consecuencia de ese bienestar, más algunas lecturas. Y con respecto a los escritores peruanos que vinieron a España, no debemos olvidar a Pablo de Olavide, Ricardo Palma, Santos Chocano, Felipe Sassone y muchísimos más.
Al menos las dos ultimas generaciones de escritores latinoamericanos se han liberado del viejo lastre de la política  O mejor dicho, de la idea de la literatura comprometida. En tu opinión, ¿esto ha sido saludable para los escritores de tu generación, no tener que opinar sobre todo?. ¿Te sientes más cómodo lejos de la política y el compromiso social?
Yo no soy tan joven y por lo tanto siempre me sentiré cerca de la política. Lo que no hago es confundir política con literatura. Es decir, la excelencia de un escritor o de una novela no tiene nada que ver con sus ideas políticas. Se puede ser de izquierdas y mal escritor o se puede ser de derechas y buen escritor o viceversa.
cubiertaMalAmor.inddEn una entrevista declaraste: “La infancia es la edad de todos los terrores primordiales y el niño siempre es sujeto de terror. O el niño que fuimos o los niños que engendramos. “Peter Pan” y “La cueva” tienen como elemento común esa infancia terrorífica o aterradora, y me interesa explorar esos territorios”. ¿Cómo fue tu infancia, cómo nació tu vocación literaria. ¿El miedo te llevo a la literatura?
Hice aquella declaración en una entrevista puntual sobre Ajuar funerario (2004), que es un libro de microrrelatos de terror. El terror me interesa desde que descubrí a Drácula y Frankenstein, a Poe y Lovecraft, a la ouija y a la casa Matusita. ¿Quién no ha escuchado alguna vez historias de penas y aparecidos? Ajuar funerario nació de mi interés por abordar el terror desde el humor, igual que abordé el dolor desde el humor en Neguijón (2005), o el erotismo desde el humor en Helarte de amar (2006) o el amor desde el humor en Libro de mal amor (2001). Por lo tanto, lo que me interesa es el humor. Y ahora sí puedo decir que mi infancia fue muy divertida.
En los ultimos tiempos la literatura peruana ha ganado numerosos premios internacionales. Alguna vez dijiste que más importante era tu familia que cualquier homenaje. ¿Qué crees que aporta y qué crees que quita un premio literario? ¿Te gustaría ser un escritor laureado? Te pregunto esto porque en este oficio, para algunos, la vanidad y el ego son elementos esenciales.
Los premios son estupendos para los escritores que los reciben, porque les permite consagrarse a la escritura con menos preocupaciones y sobresaltos. Hay gente que piensa que cuando un escritor recibe un premio se lo está quitando a otros. Yo no pienso así, porque me consta que existen premios limpios y decentes. Y al mismo tiempo me alegro por Alonso Cueto, Santiago Roncagliolo, Jaime Bayly y Mirko Lauer, que han ganado premios importantes. No obstante, el mérito es de ellos en particular y no de la literatura peruana en general, porque suponer lo segundo da pie a que alguien crea que le corresponde un porcentaje del premio de otro y en el colmo del delirio hasta podría creer que le han birlado ese mismo premio.
Erik Molgora 2010¿Cuál crees que ha sido el mayor aporte de tu generación a laliteratura del continente?
Mi generación no ha llegado todavía a la edad en la que se puede aportar algo. Algunos compañeros como el mexicano Jorge Volpi o el argentino Rodrigo Fresán están por delante de todos, pero es muy pronto para aventurar algo al respecto. En cualquier caso, mi generación es la de los nacidos en los 60 y a ella pertenecen Alberto Fuguet (Chile), Santiago Gamboa (Colombia), Juan Carlos Méndez Guédez (Venezuela), Leonardo valencia (Ecuador), Edmundo Paz Soldán (Bolivia), Mayra Santos (Puerto Rico), Jacinta Escudos (El Salvador), Claudia Amengual (Uruguay) y –entre los peruanos- Jorge Eduardo Benavides, Peter Elmore, Enrique Prochazka, Carlos Herrera, Iván Thays, Ricardo Sumalavia y Enrique Planas.
Gran parte de tú producción literaria es en cuento, pero tú sabes muy bien que el cuento no es precisamente el género más popular entre los lectores y editoriales. Es más, existe una idea de casi penalizar a los escritores de cuentos en favor de la novela. Como que el cuento o las historias para jóvenes no te dan “prestigio literario”. Pero tú insistes en escribirlos, algunos de ellos muy cortos. ¿Cómo es tu relación con este género literario, el cuento? ¿Cuáles son tus máximas influencias? Asumo que Borges, pero quién más en nuestro idioma y otros? ¿Cuál crees que será el futuro del cuento?
En España no lo es, desde luego, pero en América Latina sí. En países como Perú, Argentina o México cualquier escritor puede construir su prestigio literario escribiendo cuentos, como en los casos de Borges, Arreola o Monterroso. Incluso algunos escritores como Ribeyro, Cortázar o Denevi, son más conocidos gracias a sus cuentos que por sus novelas. Es el caso de Ana María Shua, una extraordinaria escritora de cuentos.
Tú has escrito uno de los libros más personales sobre Vargas Llosa, Entre la libertad y el infierno, pero el título de este libro es perturbador, casi trágico. A veces siento que pese a su edad, Vargas Llosa es el más joven de los escritores peruanos. ¿Cómo lo conociste, cómo nació tu amistad personal y literaria con él? Personalmente, recuerdo que cuando se anunció su Premio Nobel yo estaba en Nueva York, estudiando muy temprano en mi casa, y lo vi en El País, y salté de alegría, con una felicidad indescriptible. ¿Dónde te sorprendió su Nobel?
La noticia del Nobel de Vargas Llosa me sorprendió en el trabajo y me sentí muy, pero que muy feliz. Creo que mi amistad -o lo que merece llamarse así- nació después de las elecciones de 1990, porque antes de aquel año nada era igual. Yo era lector suyo, por supuesto, pero lejos del Perú y durante los feroces años del fujimorismo hicimos muchas cosas juntos y compartí cosas que antes ni siquiera entreví. Cuando ganó el Nobel mi esposa y yo viajamos a Estocolmo y entonces saltamos todos los amigos juntos, con Mario y su familia.
¿Estás familiarizado con la literatura hispanoamericana actual, más allá de tu propia generación?
Mi generación hacia atrás comprende a Alonso Cueto y Fernando Ampuero (Perú), Carlos Franz y Arturo Fontaine (Chile), Juan Villoro y Sergio Pitol (México), Ricardo Piglia y Ana María Shua (Argentina), Raúl Vallejo (Ecuador) y Horacio Castellanos Moya (El Salvador), pero hacia adelante es la de Andrés Neuman (Argentina), Juan Gabriel Vásquez (Colombia), Liliana Colanzi (Bolivia), Eduardo Halfon (Guatemala) y Ena Lucía Portela (Cuba), por no hablar de Carlos Yushimito, Claudia Salazar, Jeremías Gamboa, Santiago Roncagliolo y Gabriela Wiener, en el Perú. Siempre leo primero a los autores de habla hispana que a los escritores traducidos por las grandes editoriales.
¿Te sientes más deudor del Boom que de Bolaño por ejemplo?, y menciono al chileno porque se ha vuelto un verdadero mito para la literatura en español, e incluso en inglés. ¿O tus principales influencias van más allá, hasta Borges u Onetti?
Roberto Bolaño fue un amigo a quien quise y admiré. Seguro que su literatura impregna la mía, pero el magisterio de los autores del Boom y de Borges -por supuesto- fue más poderoso que cualquier otro. A esos nombres debo sumar el del mexicano Jorge Ibargüengoitia y los de los españoles Camba, Cunqueiro, Jardiel Poncela y Wenceslao Fernández-Flórez.
Nakayoshi 12AA veces siento que con la partida de Vargas Llosa, que espero sea en muchos años, se dará un gran vacío. Con él se acaba un tipo de escritor, totalizador, clásico, comprometido… Hay otros muy buenos por supuesto, pero con todas las características que junta él, creo que ninguno. ¿Qué piensas?
Vargas Llosa sería el primero en decir que nadie es imprescindible, pero es cierto que él es el último de un linaje singular. Y no sólo en español, sino en cualquier lengua. La figura del intelectual que sirve de referencia en todos los terrenos dejará de existir con él. Pero ojalá que sea dentro de muchos años.
¿En qué proyectos estás trabajando ahora?
Por suerte o por desgracia en nada de ficción, porque no estoy en un momento de mi vida en el que pueda dedicarme a la ficción. Pero no tengo apuro porque no vivo de la literatura y no me importaría ser un jubilado que escriba.
Por favor, ¿podrías darnos un libro, una cancion y una película que hayan sido fundamentales para ti?
Te doy un autor (Borges), un grupo (Los Beatles) y un director (Woody Allen).

Con este ensayo Iwasaki ganó Premio Don Quijote de Periodismo

Ensayo de Fernando Iwasaki "La Mancha Extraterritorial" se publicó en el diario chileno El Mercurio el 17 de agosto de 2014





Con este ensayo Iwasaki ganó Premio Don Quijote de Periodismo
Fernando Iwasaki. (Foto: Giancarlo Shibayama)





A continuación reproducimos el ensayo de Fernando IWasaki sobre la situación del español y su futuro titulado “La Mancha Extraterritorial”, publicado en el diario chileno El Mercurio el 17 de agosto del 2014. Con este texto el narrador peruano obtuvo el Premio Don Quijote de Periodismo:

La Mancha Extraterritorial
Hasta que no se demuestre lo contrario, La Mancha Extraterritorial -la patria de los narradores que vienen de las afueras del español- es el único territorio donde la lengua de Cervantes todavía es capaz de quijoterías.
Fernando Iwasaki

De un tiempo a esta parte aprecio un desmedido entusiasmo por el incremento de hispanohablantes en el mundo y un jolgorio especial por el ascenso del español en Estados Unidos. De hecho, desde España se promueve la entronización del «Día Eñe», precisamente para celebrar que ya somos más de 500 millones quienes hablamos la lengua de Cervantes y que en EE.UU. crece la audiencia de canales hispanos como Univisión, gracias al fútbol, las telenovelas y los programas que sintonizan todos esos televidentes que han convertido a Estados Unidos en el segundo país del planeta con mayor número de hispanohablantes después de México. Nadie comenta, sin embargo, el progresivo cierre de librerías como «Eliseo Torres», «Lectorum» y «Macondo», las únicas que vendían libros en español en Manhattan. En realidad, Nueva York refleja muy bien la verdadera situación de nuestro idioma en EE.UU.: millones de hispanohablantes viendo por televisión el partido México-Holanda y ni una sola librería de habla hispana.
Antes de recibir el premio Príncipe de Asturias de 2001, el filósofo George Steiner se disculpó por no poder expresarse en español. Steiner habla francés, inglés, alemán, italiano, hebreo, griego clásico y latín. ¿Sería más sabio si dominara el español? Probablemente no. Saber castellano puede ser muy útil para hacer turismo, comprender canciones, ver películas, copiar alguna receta y -lo más sofisticado- disfrutar de ciertos poetas y escritores; pero en ningún caso para beber de las propias fuentes del conocimiento, pues ni la ciencia de primer nivel, ni los grandes negocios, ni la alta diplomacia emplean el español. De hecho, los idiomas oficiales de la Comisión Europea son inglés, francés y alemán, mientras que el uso del castellano para la diplomacia y los negocios sólo se da cuando una de las partes habla español.
Sobre el placer y el conocimiento
La importancia de una lengua no radica en el número de sus hablantes, ya que entonces tendríamos que concluir que el chino y el hindi serían los idiomas más importantes del planeta. La aritmética no debería tener la última palabra en materia cultural, como quedó demostrado después de aquella votación que determinó que la palabra más bella del idioma español era «Querétaro», un topónimo mexicano en lengua purépecha, lo que quiere decir que sushi , darling o collage también podrían haber ganado. No. La importancia de una lengua estaría determinada, más bien, por su grado de influencia en la vida cotidiana de las sociedades o en la aprehensión del conocimiento. Steiner ponderó en 2001 la hegemonía del «angloamericano» en el primer aspecto y tan sólo su creciente importancia en el segundo. Uno añadiría que el español tiene cada día más valor en la vida cotidiana de millones de hombres y mujeres, mas una nula importancia en la aprehensión del conocimiento.
Las lenguas que más han contribuido al conocimiento filosófico, humanista, social, económico y científico de Occidente son el alemán, el griego clásico, el francés, el latín, el inglés y el italiano. Steiner aseguró en su discurso de Oviedo que no podemos hablar de lenguas pequeñas o insignificantes, pues hasta los dialectos del desierto de Kalahari tienen matices sobre el concepto del futuro que Aristóteles no pudo dilucidar a través del griego clásico. Políticamente muy correcto, pero ni falta que le hizo a Aristóteles conocer los dialectos del desierto de Kalahari, tal como Steiner tampoco ha necesitado saber castellano.
Que nadie vea en estas reflexiones una crítica a Steiner o un menosprecio hacia el español. George Steiner es un humanista de una lucidez prodigiosa y nuestro idioma es una lengua bellísima. Pero un idioma supone una cultura y una cultura supone una sociedad. Y en las sociedades hispánicas un intelectual como George Steiner habría muerto asesinado antes de terminar la secundaria por «saber demasiado». ¿Quién habría soportado a un niño que a los seis años ya había leído la Ilíada? Nuestras sociedades no valoran el conocimiento sino el reconocimiento, que no es lo mismo ni se obtiene igual.
Uno está convencido de que hay sociedades seducidas por el placer del conocimiento, mientras que otras sociedades se entregan al conocimiento del placer. Semejante dicotomía se aprecia cuando uno analiza los presupuestos destinados a la investigación científica y humanística en los países del primer mundo. ¿Qué lugar ocupamos los países latinoamericanos en el escalafón mundial de la investigación? ¿Y qué lugar ocupa España con relación a Japón, Alemania, Francia o Estados Unidos? Parafraseando a Bartleby el escribiente, preferiría no decirlo.
Advertía Steiner que nunca como en nuestros días ha existido más información y menos conocimiento. ¿Cuáles son las lenguas de la información? La primera el inglés y la segunda el español; aunque el inglés es una de las lenguas del conocimiento y el español no llega a tanto. En español tenemos excelente literatura -Cervantes, Borges, Vallejo, Neruda, García Márquez, Bolaño, etc.-, pero ninguna contribución esencial en filosofía, psicoanálisis, teoría literaria, ciencias sociales, ciencias puras, etc. Acaso ahí radique nuestra «importancia»: el español es una de las lenguas supremas del arte, la música y la literatura. Una lengua entregada al conocimiento del placer y a veces al reconocimiento del conocimiento.
Guardianes del idioma
El pasado 14 de junio se cumplieron 28 años de la muerte de Jorge Luis Borges, el último genio de la literatura universal y el gran clásico de la lengua española después de Miguel de Cervantes. En vida Borges fue admirado por Beckett, Calvino y Nabokov, aunque tras su muerte los adoradores no han dejado de multiplicarse. Así, Eco, Steiner, Kundera, Rushdie, Bloom, Naipaul o Coetzee son algunos de los que proclaman su devoción por el gran escritor argentino, una de las cinco grandes figuras literarias del siglo XX junto a Kafka, Proust, Faulkner y Joyce. Es decir, un genio en lengua española a la par de los genios en lengua alemana, francesa e inglesa. Sin Borges nuestro idioma siempre sería muchísimo más pobre, aunque fuésemos cinco mil millones de hispanohablantes chapurreándolo malamente.
Algunos de los principales idiomas del planeta derivan hacia un esperanto mutante trufado de expresiones en inglés rupestre, malas traducciones y peores doblajes de aquel horroroso sucedáneo wild de la lengua de Óscar. Si tal fuera el futuro del castellano -como se puede entrever en la escritura de los sms, los foros, las cibercharlas y las redes sociales- me apresuro a señalar como sus principales guardianes a los hispanistas de otras lenguas, los traductores del español a otros idiomas, los intérpretes simultáneos de cualquier país no-hispanohablante y hasta los miles de alumnos de castellano que se matriculan en academias, escuelas y universidades de los cinco continentes. Aunque por encima de todos, a los escritores de La Mancha Extraterritorial. Es decir, a quienes eligieron el español como lengua literaria.
Siempre habíamos sabido que el ruso Nabokov, el húngaro Koestler y el polaco Conrad escribieron en inglés, tal como el rumano Ionesco, el italiano Turiello y el inglés Beckett escribieron en francés. Sin embargo, gracias a George Steiner hoy disponemos de una nueva categoría -la extraterritorialidad- que nos permite analizar de forma coherente y rigurosa a los escritores que construyen su obra desde lenguas y culturas distintas a las suyas o que experimentan una sensación de extrañamiento con respecto a sus propias lenguas y culturas. Así, Milan Kundera, Ismail Kadaré y Jonathan Littell tendrían esa característica en común con el peruano César Moro, el ecuatoriano Alfredo Gangotena o el argentino Héctor Bianciotti, quienes también escogieron el francés como lengua literaria. Los autores de La Mancha Extraterritorial parecen menos importantes por haber elegido el español, pero de ninguna manera es así.
Los que eligieron el español
El francés Paul Groussac (1848-1929), el alemán Máximo José Kahn (1897-1953), el judío francés-alemán Max Aub (1903-1972), el rumano Vintila Horia (1915-1992) y el italiano Alejandro Rossi (1932-2009) llegaron a nuestra lengua maduros y realizados. Otros vinieron de familias inmigrantes o crecieron escindidos entre el español del entorno y sus lenguas maternas. Pienso en el alemán infantil de Roberto Arlt (1900-1942), el italiano de Ernesto Sabato (1911-2011), el quechua de José María Arguedas (1911-1969), el ruso de Alejandra Pizarnik (1936-1972), el japonés de José Watanabe (1945-2007) y el ucraniano de Juan Gelman (1930-2014). La Mancha Extraterritorial es tan rica que -sin contar a Gelman y Sabato- ha dado un par de Premios Cervantes. A saber, el del suizo Alejo Carpentier (1904-1980) y el de la francesa-polaca Elena Poniatowska (1932), quienes se hicieron escritores dentro del español de Cuba y México, respectivamente.
Ahora mismo escribe en castellano una serie de autores que nacieron lejos de las fronteras del español, aunque por sus obras y trayectorias forman parte de las tradiciones literarias que los acogieron. Pienso en los húngaros Pablo Urbanyi (1939) y Kalman Barsy en Argentina, el checo Mirko Lauer (1947) en Perú, el guineano Donano Ndongo (1950) en España, el chino Siu Kam Wen (1951) en Perú, el ítalo-egipcio Fabio Morábito (1955) en México, la norteamericana-japonesa-alemana Anna Kazumi Stahl (1962) en Argentina, el marroquí Mohamed El Gheryb (1969) en España y la rumana Ioana Gruia (1978) también en España, pero el inventario podría ampliarse si incluyera a los autores nacidos en países de habla hispana por mor de las diásporas, los exilios, las migraciones y las familias multiculturales como Andrés Neuman, Esther Bendahan, Leonardo Valencia, Liliana Colanzi, Maximiliano Matayoshi, Mauricio Electorat, Eduardo Halfon, Pola Oloixarac, Carlos Yushimito, Samanta Schweblin y Enrique Prochazka, entre otros.
Es verdad que somos más de 500 millones de hispanohablantes y que en EE.UU. los culebrones latinos y la Liga Española de Fútbol tienen cada vez más audiencia, pero aunque los escritores Junot Díaz, Sandra Cisneros, Daniel Alarcón y Julia Álvarez triunfen con sus novelas en Estados Unidos, me permito recordar que las escriben en inglés, porque el inglés es el único idioma que consiente la movilidad social y cultural en EE.UU.. Por lo tanto, hasta que no se demuestre lo contrario La Mancha Extraterritorial -la patria de los narradores que vienen de las afueras del español- es el único territorio donde la lengua de Cervantes todavía es capaz de quijoterías.

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