¿Orión City?
El espíritu de la famosa empresa de transporte parece impregnar los actos de la nueva administración de Castañeda
Nuestra capital ha sido designada de diversas maneras a lo largo de su historia. Desde la muy oficial denominación “Ciudad de los Reyes”, en la época virreinal, hasta los calificativos contradictorios de “Ciudad jardín” y “Lima la horrible”.
Hoy, por obra y gracia de la tercera administración de Luis Castañeda Lossio, que recién empieza, podría ser rebautizada como “Ciudad Orión”, o, si se prefiere, “Orión City”. Ello, obviamente, en honor a la empresa que simboliza, a los ojos de muchos, la informalidad y el incumplimiento de las normas de tránsito, con trágicas consecuencias en no pocas ocasiones, así como la resistencia a la reforma del transporte público emprendida por la ex alcaldesa Susana Villarán en el último tramo de su gestión. La acepción en inglés vendría a ser una evocación del Salvaje Oeste norteamericano que, de alguna manera, revive en nuestras pistas.
De hecho, la empresa Orión es una de las beneficiadas con las resoluciones y ordenanzas adoptadas en las últimas semanas y días por la Municipalidad de Lima que cancelan en la práctica la mencionada reforma, en lugar de perfeccionarla y mejorarla como era lo aconsejable según diversos especialistas. Es decir, el ordenamiento que se había iniciado, es revertido y la ciudad vuelve a la situación previa.
Lo anterior se suma a otras medidas y hechos que han venido dándose desde que asumieron las nuevas autoridades capitalinas y que dan muy mala espina. Así, por ejemplo, en un comunicado oficial, nada menos, se alteró un decreto legislativo para justificar despidos masivos de personal. Por otro lado, se mintió en cuanto a la situación de las arcas municipales, se cerró por unos días lugares públicos como el “Circuito Mágico del Agua”, para básicamente, colocar nuevos paneles y afiches alusivos a la nueva administración y se dio lugar a un conflicto de intereses al designarse al procurador público.
Todas estas triquiñuelas, además de la inexistencia, en el mensaje del nuevo alcalde, de planes a futuro y de una visión urbana integral, no constituyen un buen augurio para lo que venga después, no sólo en el tema del transporte, sino, en general, todos los ámbitos de acción. Menos aún, por cierto, si se tiene en mente episodios como el de Comunicore que marcaron el anterior mandato de Castañeda.
Es decir, si la administración de Susana Villarán cometió varios errores, la reemplazante está dando señales inquietantes en términos de falta de pulcritud y rigurosidad en sus actos, y exhibe, hasta ahora, una clara ausencia de rumbo, sin que, por cierto, ello dé lugar a las mismas reacciones mediáticas que acompañaron en tropel cada paso en falso, supuesto o real, de la dama de la chalina verde.
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